martes, 16 de junio de 2009

Calima


Ilustración: Autorretrato – El hombre desesperado (Gustave Courbet)

Escuchando: Bend and break (Keane)





En mi memoria:

“Me he acostumbrado a beber la noche lentamente,
porque sé que la habitas, no importa dónde,
poblándola de sueños.

El viento de la noche abate estrellas temblorosas en
mis manos, que aún no se conforman, viudas inconsolables
de tu pelo.

En mi corazón se agitan los pájaros que en él sembraste
y a veces les daría la libertad que exigen
para volver a ti, con el helado filo del cuchillo.

Pero no puede ser. Porque estás tan en mí, tan viva
en mí, que si me muero a ti te moriría.”


(Juan Gelman)





En estos días negros, al menos tengo la luz de tu sonrisa.

La nostalgia me ha podido hasta que he pensado que adentrarse en el bosque de los recuerdos no ayuda durante mucho tiempo a evitar el presente. Hay que procurar no dar un paso atrás cuando inevitablemente tendrás que saltar contra el muro, el impacto será mayor.

Lo mismo pasa con la soledad. Cuando realmente extiendes ambos brazos y no alcanzas a tocar nada, sabes que la soledad no sabe a nada especial. Una vez que consigues dominar la sensación de vértigo, saber que siempre estarás sólo es como caer desde el viaducto sabiendo que nunca alcanzarás el fondo, o como atravesar una oscura avenida que no termina nunca.

Ni siquiera tiene mérito ser contenido en tu pánico, porque es una evidencia que a todo te acostumbras con el tiempo. Lo vives como algo natural. A veces, la vida es así de triste.

Valgan estos momentos por los otros en que somos humo y flotamos arriba, arriba, arriba...






kuko

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Sublime...

Anónimo dijo...

ufffffffff.........
inmejorable... impactante...si, sublime como dice sal
mest

Anónimo dijo...

Leerte es un placer, siempre me sorprendes...
Un beso
Grial