martes, 13 de julio de 2010

Catarsis


Ilustración: La casa gris (Marc Chagall)


Escuchando: Wild horses (Rolling Stones)



En mi memoria:


“La amo. La amo con toda el alma. Creo que es una mujer maravillosa. La vi sólo una vez. Se dio la vuelta y sonrió. Me miró y sonrió. Después paró un taxi de la fila. Le dio instrucciones al conductor, abrió la puerta, entró, cerró la puerta, me echó una última mirada a través de la ventanilla y luego el taxi arrancó y nunca más la vi de nuevo.”

(Chicas - Harold Pinter)



Días que discurren entre el sonido del despertador y la ansiedad extrema. Estoy destrozando la columna vertebral de mi vida, aunque los dos sabemos que todo está bien, todo está muy bien, todo está jodidamente bien...

Pronto me volverás a preguntar si te echo de menos y pronto te volveré a mentir negándolo. Ni siquiera recuerdo ya porqué lo hago. Mientras tanto, escucho todos los paréntesis con la mirada perdida en una pared y, a veces, paso las horas refugiado en aquel escondite donde guardo mi felicidad por triplicado.

Estúpido comportamiento, porque cada momento es un paso que me aleja más de casa y un instante en el que me convenzo más de que potencialmente soy un peligro extremo, un astronauta en el Mar de la Tranquilidad añorando respirar por sí mismo, sin ayuda, hasta formar parte de esos silencios que escucho.



kuko-

jueves, 1 de julio de 2010

Palabras


Ilustración: Conversación bajo los olivos (Henri Matisse)

Escuchando: November rain (Guns n' roses)



En mi memoria:

“Y aunque tus miedos subsistan
y las sombras toavía permanezcan,
sé que todavía puedes amarme.
Cuando no quede nadie a quien culpar
que no te importe la oscuridad,
todavía podemos encontrar un camino,
porque nada dura para siempre,
ni siquiera la fría lluvia de noviembre”


(De la canción anterior)




Claro que las palabras hieren.

Recuerdo que aquella tarde sufrí una decepción tan grande que estuve bebiendo hasta olvidar quien era y anduve sonámbulo con la intención de perderme. Me sumergí en la noche hasta que las farolas del paseo se convirtieron en manchas de luz, hasta que dejé de sentir el peso de aquel yunque en mi pecho, hasta que el sonido de tu voz se difuminó y sólo se escuchaban mis pasos.

Después, desperté en aquella cala de piedras con todo mi cuerpo dolorido. Mi mano abrazaba con fuerza una botella rota que me había rasgado toda la palma de la mano. Al fondo, una gaviota y una paloma parecían luchar por los restos de un cangrejo, despreocupadas por mi triste presencia.

Ya en la orilla, el agua helada traida por una ola mojaba mi mano, tiñendo de rojo el mar y diluyéndose lentamente como la sombra que deja un pincel de acuarela en un vaso. Ni siquiera era capaz de sentir dolor en ese momento.

Conservo esa cicatriz como un tesoro y, a veces, como ahora, la miro para recordar quien soy y cómo he llegado hasta aquí completamente solo.


kuko-