domingo, 25 de enero de 2009

Viento


Ilustración: La novia del viento (Max Ernst)

Escuchando: Aunque tú no lo sepas (Enrique Urquijo y Los Secretos)






En mi memoria:

"Con tal vehemencia el viento
viene del mar, que sus sones
elementales contagian
el silencio de la noche.

Solo en tu cama le escuchas
insistente en los cristales
tocar, llorando y llamando
como perdido sin nadie.

Mas no es él quien en desvelo
te tiene, sino otra fuerza
de que tu cuerpo es hoy cárcel,
fue viento libre, y recuerda."


(El viento y el alma- Luis Cernuda)



Calmó el viento y sus secuelas han dejado la calle como un escritorio desordenado.

Anoche, mientras daba vueltas en la cama, pensé que hoy me llamarías y así ha sido: has marcado mi teléfono porque estás como yo, como el tiempo, como este invierno eterno.

Y, aunque no sepa explicártelo, decirte que sí es la idea que descarté hace ya unas horas. Has recibido mi respuesta como siempre. Ni un reproche. Ni una pregunta. Creo que ya sabías mi contestación incluso antes de descolgarte el teléfono.

Piensas, está claro, que ya te he borrado de mi vida para siempre.
Por eso no puedo decirte que tú eres la única persona de quien me acuerdo en las noches como hoy, con tanto viento.



kuko

miércoles, 21 de enero de 2009

En penumbra


Ilustración: Improvisación 28 (segunda versión) (Vassily Kandinsky)

Escuchando: Wake up this morning (Alabama 3)






En mi memoria:


“Te levantaste ésta mañana
Tenías una pistola
Mamá siempre había dicho
Que tú eras el elegido
Dijo: “Eres uno entre un millón.
Tienes que arder para brillar.
Pero naciste bajo un mal signo,
con una luna azul en tus ojos”.

(De la canción anterior)


Empezaba a impacientarme en aquel siniestro lugar en el que se escuchaba el tic-tac de un reloj que no alcanzaba a encontrar con la mirada. Ya hacía más de veinte minutos que estaba allí esperando y me había cansado de mirar las típicas fotografías de los delincuentes clavadas en corcho que adornan estas oficinas.

A lo lejos, se oían unos gritos que venían de abajo, de los calabozos. Gritos y golpes, golpes y ruidos, ruidos y quejidos... y luego silencios que se interrumpían solo con el sonido de aquel reloj. ¡Maldita sea!. ¡Sonaba tan cerca que tenía que verlo necesariamente!

De repente, el ruido se acerca, la puerta se abre y atropelladamente entra en la oficina escoltado por dos policías a los que no conozco, con las manos en la espalda y la mirada perdida. Su camiseta está llena de sangre, que avanza a sus pantalones e impregna unas zapatillas a las que previamente se han quitado los cordones...

Le vamos a tomar declaración, me dicen. Cuando hemos llegado estaba allí, junto al cadáver, mirándole sin decir nada. El muerto era un abogado, parece un ajuste de cuentas...

Y entonces advierto que, con la luz encendida no había reparado en que el reloj era perfectamente visible. Son las cinco y cuarto y yo no debería estar allí. Tampoco él, porque no ha hecho nada. Efectivamente, era un ajuste de cuentas y ahora empiezo a saberlo mejor que nadie.




kuko