domingo, 20 de junio de 2010

Oportunidades


Ilustración: Venus (Claudio Bravo)

Escuchando: Linger (Cranberries)



En mi memoria:

“El amor había transformado a Juanito, su alma vestía también nuevos trajes, y desde que era novio de Tonica parecía como que despertaban sus sentimientos por primera vez y adquiría otros completamente nuevos. Hasta entonces había carecido de olfato. Estaba segurísimo de ello; y, si no, ¿cómo era que todas las primaveras las había pasado sin percibir apenas aquel perfume de azahar que exhalaban los paseos y ahora le enloquecía, enardeciendo su sangre y arrojando su pensamiento en la vaguedad de un oleaje de perfumes? No era menos cierto que hasta entonces había estado sordo. Ya no escuchaba el piano de sus hermanas como quien oye llover; ahora la música le arañaba en lo más hondo del pecho, y algunas veces hasta le saltaban las lágrimas cuando Amparito se arrancaba con alguna romanza italiana de esas que meten el corazón en un puño.”

(Arroz y tartana. Vicente Blasco Ibáñez)




Tus ojos azules brillaban cuando te invité a cenar con mi primer sueldo, en lo que pensé que era mi mejor inversión posible.

En aquel restaurante, un lujo para mi maltrecha economía, hubo un cruce de palabras vacías, un roce de manos ásperas y ni un sólo plan de futuro, ni siquiera a corto plazo. No recuerdo bien lo que sucedió después, sólo que estuvimos paseando juntos por calles alfombradas de cristales rotos sin dirigirnos la palabra. La luna, allá en lo alto, fue testigo de nuestro fracaso.

Han pasado muchos años y, a veces, nos cruzamos por la calle. Nos saludamos friamente, cumpliendo con el también vacío y áspero protocolo, como aquella noche que la pasamos pensando en que ésa sería nuestra última cita.

Al final, encontraste tu camino, yo lo he perdido definitivamente.

Antes veía la vida como una estación llena de trenes que podían llevarme a algún sitio, pero hace tiempo que sólo es como un tren enorme que va pasando ante mis ojos en un paso a nivel acallándolo todo con un ensordecedor ruido.


kuko-

miércoles, 2 de junio de 2010

Contabilidad


Ilustración: Sin título (Richard Lindner)
Escuchando: How it ends (Mychael Danna & Devotchka)



En mi memoria:

“En un viejo país ineficiente,
algo así como España entre dos guerras
civiles, en un pueblo junto al mar,
poseer una casa y poca hacienda

y memoria ninguna. No leer,
no sufrir, no escribir, no pagar cuentas,
y vivir como un noble arruinado
entre las ruinas de mi inteligencia.”

(Jaime Gil de Biedma)



Probablemente ya no volveré a cenar en tu mesa y ya nunca volveré a dormir en tu cama.

Mis ojos ya no podrán ver a tu blusa intentando no caerse del respaldo de la silla, abrazándose a ella en postura incómoda como una alpinista inexperta, que siempre acababa en el suelo con el resto de tu ropa.

Ya nunca escucharé tu respiración tranquila, ni tendré que mentirte cuando me preguntes si tú roncas como yo (tanto no, supongo… pero, no se te daba nada mal).

No volveré a adivinar tus ojos en la penumbra de la noche, ni nos dormiremos agotados por las risas. Tampoco tendré oportunidad de prestar atención a esas surrealistas versiones de coplas que inventabas en la ducha…

Y aunque es cierto que tampoco estaré obligado a sentir la gélida caricia de tus pies en invierno, este balance siempre se cerrará en negativo, y de nada servirá que dedique mi vida a intentar engañar a las columnas del debe y el haber.



kuko-