El regreso
Ilustración: Tres amigos (Milton Avery)
Escuchando: Sad Eyes (Bruce Springsteen)
En mi memoria:
“Cada día llegas caminando
Me callo, nunca hablo mucho
Tú dices que eres feliz y que te va bien
Bueno, pues continua, tengo mucho tiempo.
Los ojos tristes nunca mienten
Los ojos tristes nunca mienten”
(De la canción anterior)
A veces, cuando vuelves a casa, se hace más fuerte la sensacion de no pertenecer a ningun sitio. Parece una contradicción, pero así es. Para que se me entienda: lo que más me ha alegrado de volver ha sido reencontrarme con mi almohada, mi dulce almohada que compré a precio de oro porque me prometieron que lo valía y, por una vez, no me engañaron.
Además, tengo lo de la reunión de mañana. Una cena de viejos amigos, ¡uf!. Uno de esos compromisos sociales que difícilmente se pueden eludir (yo no he encontrado una excusa razonable al menos). La cenita de marras es lo que faltaba para terminar de descolocarme cuando aún no he apagado las luces de aterrizaje. Cualquiera que me conozca sabe de mi aversión por estos eventos (puede que precisamente por eso, los muy cabrones se cuiden mucho en invitarme).
Y, cuando parece que nada más puede distorsionarme el ánimo, recibo una llamada suya, que me termina de morder el estómago.
Bueno, puede que sea la forma que tiene el destino de recordarme que ya estoy de vuelta. Además, puede que realmente yo no pertenezca a ningun sitio y mi sino sea el vagar buscando eternamente algo. Me gustaría al menos saber qué es ese algo. Sería -creo yo- un buen principio.
Escuchando: Sad Eyes (Bruce Springsteen)
En mi memoria:
“Cada día llegas caminando
Me callo, nunca hablo mucho
Tú dices que eres feliz y que te va bien
Bueno, pues continua, tengo mucho tiempo.
Los ojos tristes nunca mienten
Los ojos tristes nunca mienten”
(De la canción anterior)
A veces, cuando vuelves a casa, se hace más fuerte la sensacion de no pertenecer a ningun sitio. Parece una contradicción, pero así es. Para que se me entienda: lo que más me ha alegrado de volver ha sido reencontrarme con mi almohada, mi dulce almohada que compré a precio de oro porque me prometieron que lo valía y, por una vez, no me engañaron.
Además, tengo lo de la reunión de mañana. Una cena de viejos amigos, ¡uf!. Uno de esos compromisos sociales que difícilmente se pueden eludir (yo no he encontrado una excusa razonable al menos). La cenita de marras es lo que faltaba para terminar de descolocarme cuando aún no he apagado las luces de aterrizaje. Cualquiera que me conozca sabe de mi aversión por estos eventos (puede que precisamente por eso, los muy cabrones se cuiden mucho en invitarme).
Y, cuando parece que nada más puede distorsionarme el ánimo, recibo una llamada suya, que me termina de morder el estómago.
Bueno, puede que sea la forma que tiene el destino de recordarme que ya estoy de vuelta. Además, puede que realmente yo no pertenezca a ningun sitio y mi sino sea el vagar buscando eternamente algo. Me gustaría al menos saber qué es ese algo. Sería -creo yo- un buen principio.
kuko