miércoles, 23 de diciembre de 2009

Navidad




Y preludio de nuestro mejor año. Seguro.


kuko-

PD.: Me he encontrado con este vídeo hoy. El día 19 tuvo lugar una batalla de bolas de nieve en Times Square, NYC. No pudimos estar, pero la podemos ver...

Snowball fight in Times Square, on 12/19/2009, during the big blizzard of 2009 from dan n on Vimeo.

martes, 8 de diciembre de 2009

Paréntesis


Ilustración: Siega del heno (Natalia Goncharova)

Escuchando: One of these mornings (Moby)



En mi memoria:

“Uno de estos días,
no será dentro de mucho,
me buscarás
y me habré ido”.


(De la canción anterior)

“Todo tiene su momento oportuno; hay un tiempo para todo lo que se hace bajo el cielo: un tiempo para nacer, y un tiempo para morir; un tiempo para plantar, y un tiempo para cosechar...”

(Eclesiastés 3, 1-2)




Es inquietante saber que vivimos bajo un cielo de estrellas fijas que no sabemos de donde han salido. En las noches despejadas, como la de hace unas horas, puedes mirar al cielo y encontrarlas de repente sobre tu cabeza, formando constelaciones que rigen nuestro futuro.

Llevo unas semanas que no sé qué estrella me ha picado. O puede que, simplemente, sea el tiempo inmisericorde el que me ha atravesado de una parte a otra como un rayo. Lo cierto es que he vuelto al punto de partida de hace tres años y, de nada, o de muy poco, ha servido tanto aprendizaje.

No sé si he cultivado lo que no debía o simplemente lo he hecho fuera del período de siembra. Lo que no puede negarse ya es que he perdido la cosecha entera, aunque me negaba a reconocerlo, asustado por el trabajo que me espera tras el descanso forzoso que supone esperar a que las tierras se recuperen para intentar la nueva siembra.

O tal vez sea el momento de cambiar la desagradecida tierra que cultivo por otra que seguro que existe un poco más allá, aunque sea bajo el mismo cielo de estrellas fijas.



kuko-

miércoles, 2 de diciembre de 2009

Lunas


Ilustración: Gitana durmiendo (Henri Rousseau)

Escuchando: The whole of the moon (Waterboys)



En mi memoria:

“Yo dibujaba un arco iris,
tú lo tuviste entre tus manos.
Yo tenía visiones,
pero tú viste todo el plan.
Yo vagué durante años por el mundo
mientras que tú permanecías en tu habitación.
Yo vi la luna en cuarto creciente,
tú viste la luna llena,
la luna llena... ”


(De la canción anterior)




Más allá de la silueta de los lejanos edificios, se dejaba ver la luna, recién aparecida entre nubes color ceniza, empujadas por el viento del suroeste.

Antes de cruzar la calle, miró hacia ambos lados, como le habían enseñado desde niño. Ni un solo coche, ni un signo de peligro. En realidad, no había nada. Esa misma nada que te hace mirar hacia atrás sin estar seguro de temer que alguien te siga.

Escuché una vez hablar de un monasterio, en algún lugar remoto, en el que la buena gente eleva sus oraciones por el alma de los que nunca pueden ver un plenilunio.

Ahora sí. Ya estaba llegando a casa y, antes de abrir la puerta y escuchar el chirrido del ascensor, dirigió una última mirada al cielo. Ahí estaba. Un ciclo lunar completo, eso decía el calendario, aunque de nada sirve poseer algo cuando eres incapaz de comprobar su existencia.

Las lunas no dependen de un ciclo, sino de los ojos que la observan. Así que era cuestión de cambiar de fase.

Por eso, pensó que esa noche no se acostaría como siempre para intentar dormir y despertarse el siguiente día buscando llenarse de razones para poder ponerse en pie. No, porque al borrarse la noche habría una razón que la luna dejaría en su ventana.



kuko-

domingo, 22 de noviembre de 2009

Imposible


Ilustración: Cabeza de J.Y.M. (Frank Auerbach)

Escuchando: Se me olvidó que te olvidé (El Cigala & Bebo Valdés)



En mi memoria:

Gasté una hora pensando un verso
que la pluma no quiere escribir.
No obstante, él está aquí dentro
inquieto, vivo.
El está aquí dentro
y no quiere salir.
Pero la poesía de este momento
inunda mi vida entera.”


(Carlos Drummond de Andrade)





Es cierto que lo nuestro terminó hace meses ya de manera irreversible.

Imposible, nos dijimos. No hay esperanza alguna de retorno...

Imposible, sí, imposible.

Pero hay momentos en que estoy convencido de que los ríos dejan de discurrir y los mares no tienen olas. Incluso las llamas del fuego se detienen, aunque no estamos lo suficientemente atentos para verlo.

Imposible. También a ti te escuché decirlo.

Estoy aquí, sentado, con los codos sobre mis rodillas y la cara entre mis manos.

Y permanezco horas así, sin levantarme, aunque hace rato que el nudo en la garganta me ahoga de sed y, además, los latidos azules de la cortina indican que me he dejado la ventana abierta.

Imposible... Nunca he sabido bien lo que significa esa palabra.

Hace frío. Me levantaré y cerraré la ventana.

Después escribiré algo, a ver si se me pasa.




kuko-

sábado, 14 de noviembre de 2009

Figuras


Ilustración: El soldado bebe (Marc Chagall)

Escuchando: I am a rock (Simon & Garfunkel)



En mi memoria:

“Soy una roca,
soy una isla.
Tengo mis libros
y mi poesía para protegerme.
Estoy escudado en mi armadura,
oculto en mi habitación, seguro dentro de mi útero.
No toco a nadie y nadie me toca.

Soy una roca,
soy una isla.
Y una roca no siente dolor.
Y una isla nunca llora”


(De la canción anterior)



Hay una mujer sentada al otro lado del pasillo del tren. Su mirada está perdida en ese mundo que llega fugazmente desde su espalda y se pierde en el horizonte. Un pequeño perro se asoma de vez en cuando de su bolso, me mira aburrido y vuelve a apoyar la cabeza en su falda.

Más allá hay otra señora de ojos oscuros y tez pálida. Su aspecto es descuidado, como quien ha abandonado la vida antes de que ella le deje de lado. De repente, parece que sus ojos se apartan de la película y que me está escrutando como yo lo hacía con ella un momento antes. Se han cruzado nuestras miradas por primera y última vez.

También hay un niño que juega con una consola, al tiempo que agita las piernas y molesta al pasajero de delante, un jubilado que intenta leer el diario con un aspecto tan gris como la gabardina que lleva porque, inexplicablemente, no se la ha quitado a pesar de la calefacción agobiante.

Y, a este lado del pasillo, estoy yo viajando solo. Vengo de donde no quería ir y vuelvo donde me pertenece estar. Llevo los auriculares puestos, pero hace rato que he bajado por completo el volumen e intento escuchar mi propio latido.



kuko-

viernes, 6 de noviembre de 2009

Sin sorpresas


Ilustración: Vaca amarilla (Franz Marc)

Escuchando: No surprises (Radiohead)



En mi memoria:

“Un corazón lleno como un vertedero,
un trabajo que mata lentamente,
contusiones que no se curan.
Te ves tan cansado e infeliz...
Derroquemos al Gobierno.
Ellos no, no hablan por nosotros.
Elijo una vida tranquila,
un apretón de manos de monóxido de carbono.
Sin alarmas y sin sorpresas,
Sin alarmas y sin sorpresas,
Sin alarmas y sin sorpresas,
Silencioso silencio.”


(De la canción anterior)




Al anochecer antes, parece que uno tiene tiempo para pensar en todo.

Hace un rato lo estaba haciendo, con el ejercicio agotador que supone no alimentar la nostalgia al tiempo que no olvidas las cicatrices del tiempo. Vendrán más golpes, pero que no rocen las heridas que ya tenemos.

Mientras en la calle se empieza a notar el frío y el viento arranca las primeras hojas a fuerza de patear los árboles, estaba pensando en que la mayor parte de la vida nos transcurre poniendo la cara para recibir el golpe o escondiéndonos para que no nos vean.

No he llegado del todo a despegar del suelo con estas tonterías, cuando observo debajo mismo de mi ventana a varias personas que se pelean por los yogures caducados y la fruta podrida que los empleados del supermercado depositan en el contenedor.

La vida es un cuadro que se forja con brochazos deslavazados, pero el color carmín muchas veces no es más que nuestra propia sangre.

Somos los insensatos que pensamos que podemos elegir y, sin embargo, cumplimos al dictado todo lo que nos han ordenado.



kuko-

viernes, 23 de octubre de 2009

Extraños




Ilustración: Amante, pareja (Otto Mueller)

Escuchando: Strangers in the night (Frank Sinatra)



En mi memoria:


“Creo que los dos tenemos miedo de lo mismo. Y por una misma razón. Nunca hemos conseguido, ninguno de los dos, entrar en la vida. Estamos colgando del lado de afuera, por mucho que hagamos, convencidos de que nos vamos a caer en el próximo tumbo.”

(El cielo protector – Paul Bowles)





No tenían más compañía que sus perros y a sus perros les dio por jugar juntos cuando coincidían en el parque.

Un día cualquiera del pasado invierno comenzaron a cruzarse primero una mirada y después saludos, incluso algunas sonrisas. Tímidamente, consiguieron entablar alguna conversación y, finalmente, acabaron sentados en el mismo banco juntos, día tras día, viéndoles sucederse con la velocidad con la que pasan las jornadas cuando ya eres demasiado mayor para frenar sus acelerados pasos.

Apenas conocían el uno del otro, pero al final su vida no era nada más que una sucesión de horas hasta el momento de bajar al parque.

Y así terminó el invierno y pasaron la primavera y el verano. Con el otoño, se hicieron los días más cortos, como el año anterior, como siempre, hasta que llegó de nuevo el invierno al parque y la noche les cubría muy pronto, como en el año anterior en que se conocieron.

Mientras tanto, los dos sabían, sin decir nada, que no habría un siguiente invierno juntos.

Pero esa tristeza silente se ahogaba, de vez en cuando, con los ladridos alegres de sus perros, que seguían jugando mientras apuraban su vida, todavía más corta.



kuko-

sábado, 10 de octubre de 2009

Baile


Ilustración: Niño con máscara (Antonio Berni)

Escuchando: Take this waltz (Leonard Cohen)



En mi memoria:

“En Viena bailaré contigo
con un disfraz que tenga
cabeza de río.
¡Mira qué orilla tengo de jacintos!
Dejaré mi boca entre tus piernas,
mi alma en fotografías y azucenas,
y en las ondas oscuras de tu andar
quiero, amor mío, amor mío, dejar,
violín y sepulcro, las cintas del vals.”


(De Poeta en Nueva York - Federico García Lorca )






Durante todo el camino iba refunfuñando en el coche. ¡Un salón de baile! ¡Pero si no hay nadie más torpe que yo! Y tú, que me conoces bien, no decías nada pero te mantenías fuerte en el pulso. Muchas virtudes no tengo, pero yo pago lo que debo, aunque sea haciendo el ridículo.

Al llegar al lugar, la escena era todavía peor que lo que había imaginado. Allí había unas trescientas personas y tú y yo éramos los únicos en edad laboral. Bueno, nosotros y el matrimonio aquel de la señora sonriente y el señor que, después de cada giro, levantaba la pierna izquierda y parecía una garza a la que iban a anillar.

Querías bailar, era obvio. Así que cogí tu mano y te llevé a la pista, infiltrándome entre los jubilados y dirigiéndome cerca del sitio donde se encontraba aquella fuente de luz tan extraña que parecía una antorcha. Recuerdo que intentaba no pisarte mientras tú apoyabas la cabeza en mi pecho, cerrabas los ojos y yo podía adivinar lo que pensabas: que la próxima vez que fuéramos allí a bailar ya no me quejaría.



kuko-

domingo, 4 de octubre de 2009

En la cafetería


Ilustración: Nighthawks (Edward Hopper)

Escuchando: Over the rainbow (Israel Kamakawiwo'ole)



En mi memoria:

Por lo general, los animales son tristes— continuó—. Y cuando un hombre está muy triste, no porque tenga dolor de muelas o haya perdido dinero, sino porque alguna vez por un momento se da cuenta de cómo es todo, cómo es la vida entera y está justamente triste, entonces se parece un poco a un animal; entonces tiene un aspecto de tristeza, pero es más justo y más hermoso que nunca. Así es, y ese aspecto tenías, lobo estepario, cuando te vi por primera vez ”

(El lobo estepario – Hermann Hesse)






El barman conoce bien su oficio y no te interrumpe mientras giras el vaso sin perderlo de vista y escuchas el tintineo del hielo. Sabe que no es casual que estés allí y que es algún tipo de dolor el que te hace necesitar varias copas a las dos de la madrugada. Sabe, desde hace mucho tiempo, que piensas en que lo peor no es cuando dejas de dormir con normalidad y tu horario se altera, sino cuando te das cuenta de que justo eso es lo que está pasando y comienzas a preguntarte si te estarás volviendo loco. O si vale la pena todo. O si vale la pena algo. Esa es la mirada que hay perdida en el vaso y que el barman respeta, porque sabe que se trata de una liturgia.

El barman sabe que hay un riesgo de que quieras abrir la boca para contarle algo. Y teme que llegue ese momento porque conoce muy bien su oficio y sabe que no hay serrín que te ayude a recoger cierta clase de vómitos. Es tarde, y tiene ganas de cerrar e irse a casa. Él no tiene siquiera la oportunidad de hacer parada en una cafetería y ponerse a girar un vaso para escuchar el tintineo del hielo.


kuko-

domingo, 27 de septiembre de 2009

Nostalgia


Ilustración: Liberation (Ben Shahn)

Escuchando: Little Martha (The Allman Brothers Band)



En mi memoria:

" - Pero qué es lo que hay que hacer?
- Estar en el suelo -dice Anne-. Estar en el suelo, sobre esta arena, en medio de la brisa y con la cabeza vacía; o andar y verlo todo, o hacer cosas, hacer casas de piedra para la gente, darles coches, luz, todo lo que todo el mundo pueda tener, para que ellos puedan no hacer nada también y permanecer en la arena, al sol, y tener la cabeza vacía, y hacer el amor a las mujeres. "

(El otoño en Pekín (fragmento) – Boris Vian)





La última vez que ella estuvo aquí, sabiendo que sería la última, se dejó una cinta para el pelo colgada detrás de la puerta del baño.

Ocupé varios días en decidir qué haría con ella, sin atreverme a tocarla, sabiendo que jamás la reclamaría.

Mientras tanto, todas las mañanas, podía ver su cinta a través del espejo observándome mientras me afeitaba y un dolor punzante surgía de ese rincón como una pesadilla. Igual que un día su ropa vacía fue sinónimo de esperanza, ahora aquella cinta había convertido mi baño en el siniestro panteón de un cementerio.

Es por eso que esta mañana me he puesto unos guantes, he cogido la cinta, la he colocado en una bolsa, he salido a la calle y la he tirado a un contenedor que hay a más de diez manzanas de mi casa.

Después me he duchado, no sin antes comprobar que nada me observaba desde detrás de la puerta.

Al salir de la ducha, ya había desaparecido el dolor. Sólo quedaba una sensación de desgarro y el vacío que se debe sentir cuando te arrancan el alma.


kuko-

miércoles, 19 de agosto de 2009

Coordenadas



Ilustración: “La plage de Sainte-Adresse” (Raoul Dufy)

Escuchando: Chasing cars (Snow Patrol)






En mi memoria:

“Como veis, Alicia había aprendido algunas cosas de éstas en las clases de la escuela, y aunque no era un momento muy oportuno para presumir de sus conocimientos, ya que no había nadie allí que pudiera escucharla, le pareció que repetirlo le servía de repaso.

-Sí, está debe de ser la distancia... pero me pregunto a qué latitud o longitud habré llegado.

Alicia no tenía la menor idea de lo que era la latitud, ni tampoco la longitud, pero le pareció bien decir unas palabras tan bonitas e impresionantes.”


(Alicia en el País de las Maravillas – Lewis Carroll)



Desde esta ventana accidental de verano puedo ver claramente la luna arriba y una isla al fondo.

Al llegar la noche, se diría que la luna descansa sobre mi terraza y que a unos metros de mí, hacia el frente, se encuentra la veintena de luces de la isla que destaca sobre la bahía. No muchas más tiene.

Tan cercanas parecen luna e isla que, no pocas veces, y al amparo de la primera, me creo capaz de lanzarme al mar buscando la segunda, haciendo caso omiso de los agoreros que miden las distancias. Doce millas naúticas, unos veintipocos kilómetros... No puede ser cierto.

Contigo me ocurre igual que con la luna y la isla. Nunca te he sentido lejos y no me creo lo que dicen mapas y guías. ¿Quién imaginaría a Alicia con un GPS?

Ya hace más de dos años y medio que me animaste a escribir unas líneas de vez en cuando. Hoy se cumplen diez decenas de veces que me he sentado delante de la pantalla. He querido acordarme de ti y darte las gracias por estar conmigo todo este tiempo sin querer saber de latitud y longitud, kilómetros y millas.

Aún así, sigues debiéndome un café.


kuko-

lunes, 6 de julio de 2009

Brillo


Ilustración: El bote blanco. Javea (Luis Sorolla)

Escuchando: Annie's song (John Denver)





En mi memoria:

“Y, después de todo, el tiempo era ideal. Si lo hubieran hecho de encargo no habría resultado un día más perfecto para la fiesta en el jardín. Sin viento, cálido, el cie­lo sin una nube. Como pasa al principio del verano, una neblina de oro pálido velaba, apenas el azul. El jardinero estaba en pie desde el alba, segando el prado y barriéndolo, hasta que el césped y los rosetones chatos y oscuros donde habían estado las margaritas parecieran brillar. En cuanto a las rosas, no se podía negar que habían comprendido que las rosas son las únicas flores que impresionan a la gente en una fiesta en el jardín, las únicas flores que a todos interesan. Cientos, cientos. literalmente, habían abierto en la noche; las zarzas verdes estaban inclinadas como si los arcángeles las hubieran visitado.”

(Fiesta en el jardín-fragmento-, Katherine Mansfield)



Yo recordaré que te regalaron una flor de tela y la vi perderse entre los rizos de tu pelo, y que he visto formarse la figura de tu cuerpo y emerger como una Venus de ojos esmeralda desde la arcilla acariciada por mis manos.

Recuerda tú que hemos visto la noche en una terraza por encima de los tejados de una gran ciudad en donde las luces se extendían hasta el horizonte, mientras colocabas tus pies sobre mis piernas y compartíamos un cigarro. Prometo que tus ojos brillaban más que la luna creciente, más que las luces de aquel teatro cercano.

Me das las gracias por nada, porque soy yo quien te debe que la tristeza parezca un estado pasajero que se ahoga en una risa, que es la tuya.


kuko-

sábado, 20 de junio de 2009

Un deseo



Ilustración: La librería (Red Grooms)

Escuchando: When Susannah cries (Espen Lind)






En mi memoria:

“Cuando Susana llora,
llora una tormenta,
llora un río,
llora un agujero en la tierra,
llora por amor,
llora una triste canción,
llora un escalofrío.
A veces llora por mí también”.

(De la canción anterior)




Una vez abandonado el silencio de la librería, me asomé a tus ojos y pude ver ese pozo apagado.

Recuerdo que te conté una historia absurda para animarte, pero no había forma de traerte conmigo.

- Daría lo que fuera por cambiar la expresión de tu cara. No quiero verte así. Hoy menos que nunca. Vamos donde quieras, pídeme un deseo, dime si puedo hacer algo, lo que sea...

Intentaste tranquilizarme poniendo un dedo en mi boca, indicándome que nada de lo que dijera podría cambiar tu estado.

- Quiero vivir en una casa grande de madera, rodeada de un enorme jardín con un estanque con patos. Quiero estar allí, espiarte y sonreirte mientras lees sentado en tu silla. Dibujarte sin que lo adivines y fotografiar a algún elfo si por allí pasa. Quiero comer perdices, como en los cuentos. Y lo quiero..., no..., ¡lo necesito todo ya! ¡Ahora mismo, por favor!

Y entonces besé tu frente mientras llorabas. Sabías que yo también sabía de la existencia de esa casa.

En cierto modo, ya habíamos llegado a ella.




kuko-

martes, 16 de junio de 2009

Calima


Ilustración: Autorretrato – El hombre desesperado (Gustave Courbet)

Escuchando: Bend and break (Keane)





En mi memoria:

“Me he acostumbrado a beber la noche lentamente,
porque sé que la habitas, no importa dónde,
poblándola de sueños.

El viento de la noche abate estrellas temblorosas en
mis manos, que aún no se conforman, viudas inconsolables
de tu pelo.

En mi corazón se agitan los pájaros que en él sembraste
y a veces les daría la libertad que exigen
para volver a ti, con el helado filo del cuchillo.

Pero no puede ser. Porque estás tan en mí, tan viva
en mí, que si me muero a ti te moriría.”


(Juan Gelman)





En estos días negros, al menos tengo la luz de tu sonrisa.

La nostalgia me ha podido hasta que he pensado que adentrarse en el bosque de los recuerdos no ayuda durante mucho tiempo a evitar el presente. Hay que procurar no dar un paso atrás cuando inevitablemente tendrás que saltar contra el muro, el impacto será mayor.

Lo mismo pasa con la soledad. Cuando realmente extiendes ambos brazos y no alcanzas a tocar nada, sabes que la soledad no sabe a nada especial. Una vez que consigues dominar la sensación de vértigo, saber que siempre estarás sólo es como caer desde el viaducto sabiendo que nunca alcanzarás el fondo, o como atravesar una oscura avenida que no termina nunca.

Ni siquiera tiene mérito ser contenido en tu pánico, porque es una evidencia que a todo te acostumbras con el tiempo. Lo vives como algo natural. A veces, la vida es así de triste.

Valgan estos momentos por los otros en que somos humo y flotamos arriba, arriba, arriba...






kuko

lunes, 25 de mayo de 2009

Progreso


Ilustración: Tesco flag (Banksy)

Escuchando: Lose yourself (Eminem)





En mi memoria:

“Sentía ganas de meterle una bala entre los ojos a cualquiera que se negara a follar para salvar su especie. Quería abrir las válvulas de descarga rápida de todos los petroleros y llenar de crudo todas esas bonitas playas que yo jamás conocería. Quería respirar humo”.

(Chuck Palahniuk. El club de la lucha)




Los jóvenes de los 60 sufrieron la desconfianza de sus padres, quienes no les veían preparados para asumir sus responsabilidades el día de mañana. Igual sucedió en los 70, los 80, los 90, etc.

Confieso que no entiendo el reggaeton ni comprendo qué es lo que puede atraer a un joven a pasarse un día completo de marcha sin tomar algo sólido y alimentándose únicamente de metanfetamina o MDMA, mientras escuchan una música electrónica que yo apenas distingo del sonido de un taladro.

Pero no tengo tan mala memoria como para no recordar lo que yo hacía y lo que me metía a su edad. Recuerdo bien que no sentía el “SISTEMA” en absoluto como algo propio. Nos evadíamos pensando que algún día llegaría el momento de cambiarlo.

Han pasado los años y hemos cambiado muy poco o nada, por eso los jóvenes del nuevo milenio tienen sus mitos y beben de sus propias fuentes. Quizá ellos algún día sean más valientes que nosotros y cambien algo importante.


Mientras tanto, no te niegues a aceptar su obra como arte, que me recuerdas a Nixon.

kuko

miércoles, 6 de mayo de 2009

Coma




Ilustración: El Ángel Caido (Ricardo Bellver)

Escuchando: Lean on me (Bill Withers)







En mi memoria:

“Cuando yo muera quiero tus manos en mis ojos:
quiero la luz y el trigo de tus manos amadas
pasar una vez más sobre mí su frescura:
sentir la suavidad que cambió mi destino.

Quiero que vivas mientras yo, dormido, te espero,
quiero que tus oídos sigan oyendo el viento,
que huelas el aroma del mar que amamos juntos
y que sigas pisando la arena que pisamos.

Quiero que lo que amo siga vivo
y a ti te amé y canté sobre todas las cosas,
por eso sigue tú floreciendo, florida,

para que alcances todo lo que mi amor te ordena,
para que se pasee mi sombra por tu pelo,
para que así conozcan la razón de mi canto.”


(Pablo Neruda)




Como en una espesa bruma, me recuerdo soñando con ser tantas cosas distintas que hoy me resulta difícil explicar cómo, en algún recodo del camino, me perdí de todas ellas para no volver a encontrar el rumbo.

Luchas, pero al final cedes por agotamiento. No es que te acomodes, de hecho no te acostumbras y hasta tus prioridades van cambiando.

Por eso ya no me importa si alguna vez tuve alma, lo relevante es que mi carne está muerta y fría desde que el sacerdote degolló aquel gallo blanco. En ese momento perdí –porque recuerdo que los tuve- los colores y la música, el olor de la tierra mojada y el brillo de unos ojos lo suficientemente inocentes.

Desde entonces, y es irónico, vivo aquí, conectado a la vida a través de una máquina que se alimenta de las responsabilidades que yo mismo me he creado.

Y así pasan los días, las horas, los minutos y los segundos, condenado a vivir este coma absurdo, irreversible y eterno.




kuko

domingo, 19 de abril de 2009

Nocturno


Ilustración: Artistas con vegetales (Max Beckmann)

Escuchando: I'm in you (Peter Frampton)





En mi memoria:

“Hoy recibí tu carta. La he leído
con asombro, pues dices que regresas,
y aún de la sorpresa no he salido
¡Hace tanto que vivo sin sorpresas!

«Que por fin vas a verme que tan larga
fue la separación». Te lo aconsejo,
no vengas, sufrirías una amarga
desilusión: me encontrarías viejo.

Y como un viejo, ahora, me he llamado
a quietud, y a excepción ¡Siempre el pasado!
De uno que otro recuerdo que en la frente

me pone alguna arruga de tristeza,
no me puedo quejar: tranquilamente
fumo mi pipa y bebo mi cerveza”.


(Evaristo Carriego)




Esta noche he escuchado pasar casi todas las horas con sus minutos. Tumbado boca arriba, con las luces apagadas, pensaba que la gravedad de no dormir depende sólo de la perspectiva con la que se afronte y yo, en ese momento, no me encontraba mal del todo: horizontal y mirando a un techo que sólo se veía en el breve instante que transcurre durante un relámpago, mientras escuchaba el golpear de las gotas de lluvia en mi ventana. También se escuchaba a veces un viento que procedía de alguna parte, sin la fuerza suficiente para limpiar de nubes el cielo. Por eso, ya sabía de la oscuridad del amanecer antes de que ocurriera.

Otras veces, en la misma situación, me he parado a inventarme historias delirantes que me causan angustia. Esta noche no ha sido así. Me venían a la cabeza aquellos días que comenzaban con el roce de un beso que no era de despedida. Ha sido peor, porque de repente me he sentido más viejo que nunca y ya me han pesado los segundos que quedaban hasta el nuevo día.

Por eso, con las primeras luces del alba, he salido a la calle con mi paraguas. He caminado sin rumbo hasta que he conseguido serenar mi miedo. He entrado en una cafetería y me he fijado en que en las vitrinas de la larga barra, los cruasanes parecían querer atacar a los bollos, y he pedido un café para ese cabrón que se veía reflejado en el espejo del fondo y que me estaba mirando mientras sonreía, después de la noche que me ha dado.



kuko

viernes, 3 de abril de 2009

Hit the road

Ilustrando, escuchando y en mi memoria:



La canción contiene un diálogo entre el propio Ray Charles y sus Raylettes, encabezadas por Marjorie Hendricks:

M.H.: Toma la carretera, Jack, y no vuelvas más. Nunca más, nunca más…

R.C.: Mujer, mujer, no me trates tan mal. Eres la peor mujer que haya visto nunca. Imagino que si tú lo dices, tendré que empaquetar mis cosas y marcharme.

M.H.: Toma la carretera, Jack, y no vuelvas más. Nunca más, nunca más…

R.C.: Escúchame mujer. No me trates así. Algún día volveré por mi propio pie.

M.H.: No me importa si lo haces, porque está claro: no tienes dinero, ya no eres bueno.


La canción parece una premonición de historias que se repiten mucho últimamente.

Pensaba que yo tenía algo más de intuición. Confieso que creía que ella no sería capaz de hacerte algo así. Menos aún de contármelo sin pestañear. Y me hubiera apostado el brazo derecho a que no sería capaz de sonreir mientras me lo decía.

Decía Gertrude Stein que “el dinero siempre está ahí, sólo cambian los bolsillos”. Volverá igual que se fue.

En cuanto a ella, te has desecho de una muy mala inversión. Que no vuelva.

Ahora empieza tu remontada, Jack.




kuko

sábado, 21 de marzo de 2009

Inevitable



Ilustración: The twist (Thomas Hart Benton)

Escuchando: Downtown train (Tom Waits)





En mi memoria:

“Hay que recuperar
el tacto de la fiebre y el color de las noches,
la antigüedad del bronce y el aroma del llanto,
el grito de las águilas y el sabor del silencio,
la timidez del aire.
Hay que recuperar
la humildad de los astros y el sonido del hambre,
los caminos sin fecha y la altivez del junco,
los muertos renacidos y el susurro del puma,
la niebla en los vitrales.
Hay que recuperar
las verdes madrugadas y la sombra del río,
las campanas más tiernas y las manos sin dueño
la semilla del agua y los pasos perdidos,
la danza de las naves.
Hay que hacer lo imposible por descubrir de nuevo
ese torpe milagro, ese absurdo prodigio,
esa hermosa miseria que llamamos la vida,
con todo su caudal de ardiente escalofrío.”

(Antonio Porpetta)



Quizás no hay nada más inútil que pensar en que se nos escapa la vida pero hay horas inevitables.

Después de tanto ensayo ya he aprendido a hacer sombras chinas con mis sentimientos. Los deformo y apenas los adivino, pero no se marchan. Se esconden y reaparecen transformados en ojeras o en mordiscos del estómago.

Me apetecería ver a alguien sonriendo, sin necesidad de realizar una actuación. Pero creo que no tengo a nadie cerca de mí acostumbrado a eso. No pedía salvación, sólo descanso. Vivir un margen breve de ese tiempo que se hace innecesario medir cuando no duele. Descansar en agua tibia como si estuviera en una enorme placenta, aislado de esas agujas.

Ahora todo son momentos que se cruzan como números. Ciencia exacta sin fallo. Matemática pura que conduce a ninguna parte. Reloj de arena en donde pesan ya más las horas que hemos vivido que las que nos restan. El tozudo mecanismo de un potro de tortura.

Nunca volverá a ser este sábado por la tarde. Serán otros. Eso también es inevitable.



kuko

domingo, 15 de marzo de 2009

Aislamiento


Ilustración: Mujer con mariposa (Juan Ripollés)

Escuchando: Wherever I lay my hat (John Paul Young)





En mi memoria:

"Por el aspecto de tus ojos
puedo decir que vas a llorar
¿Es por mí?
Si es así, ahórrate las lágrimas.
No las merezco.

Porque soy la clase de chico que
que siempre está vagando.
Mi casa está donde dejo el sombrero.
Esa es mi casa”.


(de la canción anterior)




Tengo una extraña teoría que no me atrevo a consultar con mi médico: estoy desarrollando una alergia a mi propio cuerpo.

Fruto de esa intolerancia progresiva, anoche me fui a la cama removiendo la idea de que un día me levantaré y me habrá sucedido lo que a Gregorio Samsa o algo peor. Así que no tiene nada de particular que, de madrugada, me haya despertado sudando, mientras soñaba con un vagón de metro detenido en una estación por la que los trenes iban desfilando a gran velocidad con las ruedas chirriando sobre los railes. Alrededor de mí, unas personas sin ojos ni boca, hacían un ruido tenue golpeando con los pies en el suelo.

Aterrorizado, me he despertado, y me he dado cuenta de que todo estaba igual que antes de dormirme pero, lejos de tranquilizarme, me he inquietado más. He encendido la luz, he bebido algo de agua y he dado muchas vueltas antes de volver a conciliar el sueño.

Es una tontería pero, desde que no estoy contigo, a veces se me hace terrible pensar en las pocas personas que llorarían de verdad mi propia muerte, aunque para viajar en soledad haya que pagar estos peajes.



kuko

sábado, 7 de marzo de 2009

Balances


Ilustración: La Concha, nocturno (Darío de Regoyos)

Escuchando: Everyday now (Texas)





En mi memoria:

"Y tú quieres oír, tú quieres entender.
Y yo te digo: olvida lo que oyes, lees o escribes.
Lo que escribo no es para ti, ni para mí, ni para los iniciados.
Es para la niña que nadie saca a bailar,
es para los hermanos que afrontan la borrachera
y a quienes desdeñan los que se creen santos, profetas o poderosos."


(Jorge Teillier)



Te acabas de despertar y olvidas que ya llevo varias horas tristes en este mundo. No puedes intuir siquiera que tengo un mal día porque ni has querido ni has tenido tiempo de medirme.

En los días como hoy, en que cualquier caricia se vuelve arañazo, no es conveniente sacar la balanza del afecto. Sabes que no creo en el peso de lo intangible: el cariño no tiene masa.

Pero hoy no valían experiencias previas. Así que, después de enumerar banalidades, me dices que me quieres más que yo a ti y lo dices con aire triste, no porque te oprima la víscera, sino porque piensas que es así como se dicen estas cosas, con aire trágico.

Y yo callo y no te contesto porque sé que eso te hará más daño que si asintiera. Bastante he tenido con tragar con eso, porque después de tu primera frase ya no merecías que escuchase el resto.

He sentido que necesitabas desahogarte y me he prestado. A cambio, he obtenido otro motivo para odiarme en este día. Un detalle que no colocarás en tu extraña balanza, porque tú serás incapaz de verlo y yo de decirte que lo peses, ya que tampoco creo en la masa del desafecto.



kuko

viernes, 20 de febrero de 2009

Pasado


Ilustración: And Bells on Her Toes (Andrew Wyeth)

Escuchando: Closer (Joshua Radin)





En mi memoria:


"Soñé la muerte y era muy sencillo;
una hebra de seda me envolvía,
y a cada beso tuyo,
con una vuelta menos me ceñía
y cada beso tuyo
era un día;
y el tiempo que mediaba entre dos besos
una noche. La muerte era muy sencilla.
Y poco a poco fue desenvolviéndose
la hebra fatal. Ya no la retenía
sino por solo un cabo entre los dedos...
Cuando de pronto te pusiste fría
y ya no me besaste...
y solté el cabo, y se me fue la vida. "


(Leopoldo Lugones)



Seguía sin mirarme a los ojos. Hablaba atropelladamente, como quien desea sólo que su muerte sea rápida.

- En ese momento pensé que me convenía más estar con él. Con él tendría la vida resuelta. En cambio, lo tuyo era un viaje a lo desconocido que entonces me aterraba.

Y seguía hablando, mirando su vaso, mientras yo la miraba sin articular palabra.

- Pienso que te debía una explicación... No sabes cuánto me dolió dejarte justo en ese momento y ver reflejado en tu cara que no comprendías lo que estaba pasando.

Pensaba que a alguien podría parecer cierto, incluso triste, todo lo que me estaba diciendo.

- Creo que decirte todo esto me servirá para encontrarme mejor, para quitarme un peso de encima que tengo desde hace años.

Me empezaba a doler el estómago como si me hubiera tragado un erizo salido de un volcán.

- O sea, que lo haces por ti - le dije, consciente de que le dolería que descubriese el engaño.

- Y también por ti...

Siguió un largo silencio. El erizo del estómago se movía, sin encontrar acomodo.

- Es tarde. Me voy ya a casa - le dije, no esperando respuesta.

- Espero que no te haya sentado mal lo que te he dicho.

¿Quería saber la verdad? Pues, adelante, dejaría salir al erizo...

- No, me confirma lo que pensé en su día. Que eres una hija de puta.

Conseguí por fin que mirase mis ojos, aunque sólo fuera un instante. Se levantó, cogió su abrigo y se fue. Al salir, casi tropieza con una silla.

Lo curioso es que ya no me dolía el estómago. Hasta me sentía en condiciones de terminarme el whisky que había pedido antes de que el hielo desapareciera del vaso como ella de su silla.




kuko

viernes, 6 de febrero de 2009

Hielo


Ilustración: La lectura (Fernand Léger)


Escuchando: Nothingman (Pearl Jam)





En mi memoria:

“A veces me figuro que estoy enamorado,
y es dulce, y es extraño,
aunque, visto por fuera, es estúpido, absurdo.

Las canciones de moda me parecen bonitas,
y me siento tan solo
que por las noches bebo más que de costumbre.

Me ha enamorado Adela, me ha enamorado Marta,
y, alternativamente, Susanita y Carmen,
y, alternativamente, soy feliz y lloro.

No soy muy inteligente, como se comprende,
pero me complace saberme uno de tantos
y en ser vulgarcillo hallo cierto descanso.”


(Gabriel Celaya)




Cerca del estanque hay un banco en el que te sientas entre dos árboles y una nube sin que el aire frío pueda tocarte. A lo lejos se escucha el monótono sonido del agua contra la piedra y, alguna vez, el ridículo canto de un pájaro de esos negros con el pico naranja, de los que nunca recuerdo el nombre.

Sentado allí, con mis gafas de sol puestas para no mostrar mis miserias, he comprendido que se van los días y ya no vuelven. El pasado ya no existe y el presente, más allá de este letargo, es un copo de nieve que hace rato que está cayendo.

De repente, me doy cuenta de que ya ha anochecido y me levanto para regresar a casa.

Por el camino, y pese a mi voluntad, recuerdo que una vez estuve realmente vivo más allá del banco del parque. Por tener, tenía hasta la ternura de unos brazos que rodeaban mi cuello, mientras me mecía el mismo tiempo que hoy me atormenta.

Ahora no hay desamor ni ira para escuchar, pero tampoco risas.

Sólo hay hielo.





kuko

domingo, 25 de enero de 2009

Viento


Ilustración: La novia del viento (Max Ernst)

Escuchando: Aunque tú no lo sepas (Enrique Urquijo y Los Secretos)






En mi memoria:

"Con tal vehemencia el viento
viene del mar, que sus sones
elementales contagian
el silencio de la noche.

Solo en tu cama le escuchas
insistente en los cristales
tocar, llorando y llamando
como perdido sin nadie.

Mas no es él quien en desvelo
te tiene, sino otra fuerza
de que tu cuerpo es hoy cárcel,
fue viento libre, y recuerda."


(El viento y el alma- Luis Cernuda)



Calmó el viento y sus secuelas han dejado la calle como un escritorio desordenado.

Anoche, mientras daba vueltas en la cama, pensé que hoy me llamarías y así ha sido: has marcado mi teléfono porque estás como yo, como el tiempo, como este invierno eterno.

Y, aunque no sepa explicártelo, decirte que sí es la idea que descarté hace ya unas horas. Has recibido mi respuesta como siempre. Ni un reproche. Ni una pregunta. Creo que ya sabías mi contestación incluso antes de descolgarte el teléfono.

Piensas, está claro, que ya te he borrado de mi vida para siempre.
Por eso no puedo decirte que tú eres la única persona de quien me acuerdo en las noches como hoy, con tanto viento.



kuko

miércoles, 21 de enero de 2009

En penumbra


Ilustración: Improvisación 28 (segunda versión) (Vassily Kandinsky)

Escuchando: Wake up this morning (Alabama 3)






En mi memoria:


“Te levantaste ésta mañana
Tenías una pistola
Mamá siempre había dicho
Que tú eras el elegido
Dijo: “Eres uno entre un millón.
Tienes que arder para brillar.
Pero naciste bajo un mal signo,
con una luna azul en tus ojos”.

(De la canción anterior)


Empezaba a impacientarme en aquel siniestro lugar en el que se escuchaba el tic-tac de un reloj que no alcanzaba a encontrar con la mirada. Ya hacía más de veinte minutos que estaba allí esperando y me había cansado de mirar las típicas fotografías de los delincuentes clavadas en corcho que adornan estas oficinas.

A lo lejos, se oían unos gritos que venían de abajo, de los calabozos. Gritos y golpes, golpes y ruidos, ruidos y quejidos... y luego silencios que se interrumpían solo con el sonido de aquel reloj. ¡Maldita sea!. ¡Sonaba tan cerca que tenía que verlo necesariamente!

De repente, el ruido se acerca, la puerta se abre y atropelladamente entra en la oficina escoltado por dos policías a los que no conozco, con las manos en la espalda y la mirada perdida. Su camiseta está llena de sangre, que avanza a sus pantalones e impregna unas zapatillas a las que previamente se han quitado los cordones...

Le vamos a tomar declaración, me dicen. Cuando hemos llegado estaba allí, junto al cadáver, mirándole sin decir nada. El muerto era un abogado, parece un ajuste de cuentas...

Y entonces advierto que, con la luz encendida no había reparado en que el reloj era perfectamente visible. Son las cinco y cuarto y yo no debería estar allí. Tampoco él, porque no ha hecho nada. Efectivamente, era un ajuste de cuentas y ahora empiezo a saberlo mejor que nadie.




kuko