viernes, 28 de marzo de 2008

La medida del amor


Ilustración: Cafe au lait (Camille Pissarro)



Escuchando: Louie Louie (The Kinks)



En mi memoria:


"No era el miedo a los abismos Galácticos lo que helaba su alma, sino una más profunda inquietud que brotaba desde el futuro aún por nacer. Pues él había dejado atrás las escalas del tiempo de su origen humano; ahora mientras contemplaba aquella banda de noche sin estrellas, conoció los primeros atisbos de la eternidad que ante él se abría.
Recordó luego que nunca estaría solo, y cesó lentamente su pánico. Se restauró en él la nítida percepción del Universo... aunque no, lo sabía, del todo por sus propios esfuerzos. Cuando necesitara guía en sus primeros y vacilantes pasos, allí estaría ella.”


(2001: una odisea espacial – Arthur C. Clarke)






Tras pasar una semana en un pueblo de Baviera, volvió a casa aletargado con la estupidez del amor que siente un hombre de mediana edad por una joven de cabellos rubios, generoso escote y sonrisa amplia con la que sólo había podido cruzar cuatro palabras en mal castellano. Y dos noches juntos, las dos últimas antes de volver a casa.


Sin dejar pasar siquiera una semana, y como le resultaba impersonal el correo electrónico, le escribió una primera carta de nueve folios a Frieda, que así se llamaba la joven. Le contaba que Baviera le había parecido preciosa y que le había encantado Munich, el lago Ammersee y, por encima de todo, estar con ella, cogidos de la mano después de cenar en el Boettner. Que la echaba de menos. Que la quería. Lo propio en estos casos, supongo.


Con mecanicidad germana, ella acusó recibo. Y así, Frieda le contestó con un golpe seco de postal rellena con letra bastante grande. Veintisiete letras en sólo seis palabras y la silueta de un corazón junto a la firma. Nada de relleno, sólo el perímetro de la víscera. Porque era una puta víscera y, además, mal dibujada.


Y pensó entonces que, en realidad, Baviera no le había gustado nada y Munich menos. Y que le habían clavado 130 euros por comer un jodido codillo de cerdo con col en el Boettner que, por si fuera poco, le había sentado como un tiro.


Además, se dijo, para ser sinceros, había que reconocer que la tía esa tenía el culo bastante gordo y su sonrisa era tan estúpida como su nombre.



kuko

lunes, 17 de marzo de 2008

Tu vientre


Ilustración: Fenómeno de ingravidez (Remedios Varó)



Escuchando: Nightswimming (REM)



En mi memoria:

Menos tu vientre
todo es confuso.
Menos tu vientre
todo es futuro
fugaz, pasado
baldío, turbio.

Menos tu vientre
todo es oculto,
menos tu vientre
todo inseguro,
todo es postrero
polvo del mundo.

Menos tu vientre
todo es oscuro,
menos tu vientre
claro y profundo.


(Miguel Hernández)



Todo es confuso, fugaz, pasado, baldío, turbio, inseguro, postrero polvo del mundo…
Todo menos vientre, sí.

¿Y cuándo ya no sea siquiera tu vientre lo que me ata al mundo?
¿Qué pasará entonces?





kuko

martes, 11 de marzo de 2008

Las otras agresiones


Ilustración: Pirate – Untitle II - (Willem de Kooning)



Escuchando: Baker Street (Gerry Rafferty)



En mi memoria:

"Estoy en la cárcel por un delito que no cometí... ¡Intento de asesinato! ¿Y qué significa eso de intento? ¿Acaso conceden el Premio Nobel por el Intento de Química? "

(Actor Secundario Bob – Los Simpson)


Personalmente, nunca me cayó bien.

En cuanto a ella, al principio se limitaba a tratarla como una ladrona y daba igual que nunca hubiera usado una ganzúa para invadir un espacio, ni que nunca se hubiera disfrazado de nada o que no hubiera aprovechado la noche oscura.

Era imposible explicarle que nadie se acomoda en el salón de una vida si antes no se le abre la puerta de la casa. Y aunque así hubiera sido: ¿hizo tanto uso de ese derecho como para tener que pagar una renta vitalicia?

Nunca le pidió lo que era justo. En realidad, no se puede exigir que se admitan reclamaciones por mal uso de un producto. Y ella… ella nunca protestó porque él dejó de ser quien aparentó ser un día, el día que le invitó a sentarse en el salón de su vida.

Resulta que se trataba de un cuarto oscuro y tenebroso. Pero ella se limitó a abrir la puerta que se le ofreció un día y volvió a su casa. Luego, lo esperado: de las acusaciones pasó a las amenazas, hasta que ella desapareció sin decir nada, aunque todos lo sospechábamos.

Hoy me ha llamado y me ha dicho que es feliz. Su voz también lo decía. Me ha dicho que él intentó agredirle. He intentado explicarle que no lo intentó, que realmente lo hizo.




kuko