Certezas
Ilustración: Triple autorretrato (Norman Rockwell)
Escuchando: Where did you go? (Jets Overhead)
En mi memoria:
“Así,
en ti me quedo,
paseo largamente tus piernas y tus brazos,
asciendo hasta tu boca, me asomo
al borde de tus ojos,
doy la vuelta a tu cuello,
desciendo por tu espalda,
cambio de ruta para recorrer tus caderas,
vuelvo a empezar de nuevo,
descansando en tu costado,
miro pasar las nubes sobre tus labios rojos,
digo adiós a los pájaros que cruzan por tu frente,
y si cierras los ojos cierro también los míos,
y me duermo a tu sombra como si siempre fuera
verano,
amor,
pensando vagamente
en el mundo inquietante
que se extiende -imposible- detrás de tu sonrisa. ”
(Ángel González)
Creo que realmente no conozco nada de ti, pero algo me dice que tienes que quedarte conmigo -le decía, mientras miraba sus ojos, asustado, sabiendo que no era más que un ruego imposible.
Mientras su silencio vaticinaba el eclipse, la tarde iba cayendo.
Es sabido que las lágrimas que no asoman se pierden por la garganta bajando hacia el pecho, formando una roca de hielo con aristas que cortan más que una navaja.
No quiero que te marches...
Pero, esta vez, sus ojos le devolvieron los paisajes de una luna árida y fría.
Se sintió tan ridículo que decidió irse cuanto antes de ese lugar. Ya no volvería sobre sus pasos, ya la oscuridad lo cubría todo.
Descendía la calle apresurado y una mano helada cerraba su abrigo a la altura del pecho. Otra vez comenzaba a nevar.
En tardes como estas se aprenden lecciones que se graban con fuego sobre la piel. La certeza de lo intangible es, a veces, más contundente que las veces que sus brazos rodearon su cuello e iniciaron ese ritual que, en el fondo, no era nada más profundo ni tenía por qué serlo.
Mientras su silencio vaticinaba el eclipse, la tarde iba cayendo.
Es sabido que las lágrimas que no asoman se pierden por la garganta bajando hacia el pecho, formando una roca de hielo con aristas que cortan más que una navaja.
No quiero que te marches...
Pero, esta vez, sus ojos le devolvieron los paisajes de una luna árida y fría.
Se sintió tan ridículo que decidió irse cuanto antes de ese lugar. Ya no volvería sobre sus pasos, ya la oscuridad lo cubría todo.
Descendía la calle apresurado y una mano helada cerraba su abrigo a la altura del pecho. Otra vez comenzaba a nevar.
En tardes como estas se aprenden lecciones que se graban con fuego sobre la piel. La certeza de lo intangible es, a veces, más contundente que las veces que sus brazos rodearon su cuello e iniciaron ese ritual que, en el fondo, no era nada más profundo ni tenía por qué serlo.
kuko-
5 comentarios:
Le comenté:
—Me entusiasman tus ojos.
Y ella dijo:
—¿Te gustan solos o con rimel?
—Grandes,
respondí sin dudar.
Y también sin dudar
me los dejó en un plato y se fue a tientas.
Del mismo.
A veces me recuerdas tanto a mí ...
L.
Yo llevo intentando decir algo desde que te leí, pero se quedan las palabras atrapadas como las lágrimas. Y duelen.
DE todos modos está claro que sigues siendo impresionante.
Buenas noches
Mest
Bs.
Jade
Delicioso.
Aunque eso no es una novedad en tu casa.
Un abrazo.
K.
continúo en tu página, gustándome, claro
Publicar un comentario