lunes, 15 de febrero de 2010

Sonríe


Ilustración: Dos mujeres (Julio González Pellicer)

Escuchando: Smile (Nat King Cole)



En mi memoria:

“Sonríe, aunque te duela el corazón,
sonríe, aunque se esté rompiendo.

Cuando haya nubes en el cielo,
te las arreglarás
si sonríes en medio de tus miedos y tristeza.
Sonríe y, tal vez mañana
verás
el sol salir brillando para ti.

Ilumina tu rostro de felicidad,
oculta cada rastro de tristeza

a pesar de que una lágrima siempre pueda acercarse.
En esos momentos debes de seguir tratando

de sonreír ¿de qué sirve llorar?

Te darás cuenta de que la vida
vale la pena
si sonríes ”

(De la canción anterior)



Comenzó como la sospecha de algo que iba cobrando cuerpo.

Al principio, notaste que había dejado de espiarte, con lo que eso te molestaba… Poco a poco, fueron desapareciendo las llamadas. Más tarde ocurrió lo mismo con los mensajes. Por último, dejaste de escuchar su nombre ya no sabes desde cuándo, pero desde hace mucho tiempo. Más de dos meses, seguro.

Hoy le has visto a lo lejos y eras tú, esta vez eras tú, quien le espiaba.

Incrédula, has vuelto a mirar el teléfono para confirmar que no hay llamadas ni mensajes. Por supuesto que no estaban, como habías comprobado ya esta mañana.

Ahora comprendes mejor lo que está pasando. Te duele que ya no te llame, que ya no te llore, que ya no gima en tu teléfono, que ya no le falte el aire y que los amigos comunes –enemigos ciertos- ya no te cuenten que se emborracha cada fin de semana y monta un espectáculo en cualquier sitio.

Ha pasado tu tiempo y de nuevo es libre. Ha sobrevivido a tu captura y su sonrisa te asfixia.






kuko-

miércoles, 3 de febrero de 2010

Eternum


Ilustración: Poeta pobre (Karl Spitzweg)

Escuchando: Amen Omen (Ben Harper)



En mi memoria:

“Bajó en el quinto piso, caminó por el pasillo y abrió la puerta del 507. La habitación olía a maletas nuevas de piel de ternera y a quitaesmalte de uñas.
Echó una ojeada a la chica que dormía en una de las camas gemelas. Después fue hasta una de las maletas, la abrió y extrajo una automática de debajo de un montón de calzoncillos y camisetas, una Ortgies calibre 7,65. Sacó el cargador, lo examinó y volvió a colocarlo. Quitó el seguro. Después se sentó en la cama desocupada, miró a la chica, apuntó con la pistola y se disparó un tiro en la sien derecha. ”
(Un día perfecto para el pez plátano. J.D. Salinger)




El poeta pasó media vida pensando en saltar.

¡Salta!.
Salta al río y, si la caida no te mata, que lo haga la fría corriente o el agua que inundará tus pulmones.

Déjate.
Deja que unos ángeles de plumas negras y negros ojos te lleven volando a ese lugar donde nada existe, ni siquiera ese Universo cuyas estrellas atrapan la Luna y se puede ver a través del agua que atraviesa.

Entonces, todos los gritos habrán cesado.

Entonces, todas tus amantes estarán ahí, contigo.

Pero ya era tarde y, además, no tuvo valor para hacerlo.





kuko-